domingo, 22 de noviembre de 2020

CCVII

Corazón roto
                y las alas quebradas. 
Amar tanto y tan profundo
                que duele. 

Los versos se escriben solos, 
la mano guía el desastroso
camino de las palabras
que escapan de la mente 
envuelta en tristeza. 

Corazón roto, 
                y las alas que intentan moverse,
aún doloridas pero sanando. 
Amar tanto que duele
                y seguir amando
                            profundo y sin sombra. 

Despertar en una cama vacía 
y los versos que se escriben solos
con una mano que guía
las palabras que escapan, 
y la otra que sostiene un cigarrillo       
                            a medio vivir. 

Corazón roto
y el teléfono que no suena
y los minutos que pasan
a la espera de una palabra
                            que no viene...
                                        que no viene...

Descubrir

 Hoy voy a descubrir un mundo
afuera de mi cabeza. 
Aquí dentro todo vuela. 
Hoy tengo que ver la luz del sol 
                                    brillando, 
y sofocar las tormentas
                                    de mi corazón. 

Hoy tengo que respirar...
        me ahogo, 
pero debo respirar...
        me ahogo, 
como agua en los pulmones, 
como olas de bruma
atorándose en mi garganta. 

Hoy tengo que respirar 
así se me vaya la vida. 
Hoy voy a salir al aire
a estirar las alas
sentir la brisa pegándome en la cara, 
                                    brillando.

Hoy voy a descubrir que aún vivo
y que mi corazón todavía late. 


viernes, 20 de noviembre de 2020

1 - Liberación

 - Casi estaba deseando verte pero... ahora que nos hemos encontrado, me doy cuenta de que no... No es lo que esperaba. Te recordaba distinto, ¿sabes? Tienes un gesto diferente, tus ojos tienen otro brillo. ¡Hasta tu forma de hablar ha cambiado! ¿Qué te ha pasado en todo este tiempo, ah?

Mientras ella hablaba y hablaba sin parar, él la miraba. Inspiró lentamente intentando que no se notara el suspiro de cansancio por tener que escucharla. Esos parloteos incesantes, esa mirada aguda y prejuiciosa, la voz chillona. Ese gesto de desagrado en la comisura de sus labios. Realmente no la había extrañado en lo absoluto. Aunque en realidad, no extrañaba a nadie nunca. Sacó un cigarrillo mientras ella seguía parloteando y se lo puso en la boca. Lo encendió lentamente. Le dió una calada al cigarrillo y luego sonrió casi por compasión. Iba a matar a esa chica en cuanto terminara de hablar. Luego iba a hacer un ritual de resurrección, la traería de vuelta y luego volvería a romperle el cuello, solo por verla morir de nuevo. 

No... Debía dejar de pensar así, total ¿Acaso no eran esos mismos pensamientos los que lo habían llevado a estar donde estaba ahora?

Suspiró. Se acomodó la gabardina. Se pasó una mano por el cabello. Se desperezó un poco antes de dar un bostezo disimulado. 

- ¿Hace cuántos años que no nos vemos, Christopher? - continuó ella. Le parecía arrogante. Algo envidiosa, tal vez. 

- Deben ser unos cuatro o cinco... - respondió él sin darle mucha importancia. Estaba apurado y tenía que estar en otro lugar en ese momento, pero ella seguía deteniéndolo. Empezaba a oscurecer.

- Pues parece una vida completa... ¿te casaste, tienes hijos ya? - volvió a preguntar ella. Los ojos se le abrieron con curiosidad. 

- No... - respondió él. ¿Por qué de pronto tenía esa curiosidad? 

- Pues se te ve bien... Y no lo digo porque antes tuvieras mala apariencia, solo que estás distinto. 

- Ajá... - dijo él, claramente no tenía ganas de charlar. Ella carraspeó un poco y él se dio cuenta que su desagrado era notorio. Bueno, ¿ella quería charlar, no? Entonces le daría una charla - Solo bajé de peso, me puse en forma, dejé los carbohidratos y empecé a trabajar en una empresa fuera de la ciudad. Estoy de paso, visitando a mis padres y ahora mismo debo ir a buscarlos a un restaurante. 

Bueno, eso había sido todo. Bastante claro estaba siendo diciéndole que tenía algo qué hacer y no tenía tiempo para esta cháchara sin sentido. La gente pasaba por su lado con cierto desagrado porque estaban en la mitad de la vereda, interrumpiendo el paso y ella parecía no querer moverse de allí. Tendría que dejarla. Tenía que irse ya. 

- ¿Cómo están ellos? - preguntó ella una vez más. 

Christopher alzó los ojos y la contempló largamente mientras acababa su cigarrillo, lo lanzaba al suelo y lo aplastaba  con el zapato. Sí, recogería la colilla en un minuto porque sentía cierta culpa de dejar más basura en la calle. Sentía la impaciencia de irse corriendo en este mismo momento antes de responderle. 

- Bien... - dijo él. Sí. Estaban bien. Los dos estaban muy bien. Demasiado bien como para tener que explicarle que a su padre le había dado diabetes y que su madre tenía un perro. Pero eso no se lo diría - Gracias por preguntar. 

Tenía ganas de decirle que hacía mucho tiempo no pensaba en ella ni en la forma como había marcado su vida la última vez que se vieron. Ni en cómo él había hecho terapia gracias al daño emocional que la chica más popular de la universidad le había dejado. Ella era una víbora. Aprovechaba cada segundo para riduculizarle a él y otros más con sus chismes, burlas y desatinados comentarios. Pero claro, esto no había sido suficiente para ella. Él había sido lo suficientemente estúpido para enamorarse de la desgraciada y además, rogarle como el idiota que solía ser, para que le diera una oportunidad. Y ella... hizo lo que mejor sabía. Aprovecharse de él y luego pisotearlo.  

Suspiró una vez más. Sonrió. La sangre le bullía dentro de sí. 

- Alejandra... - le dijo suavemente. Ella se empinó al oír su nombre y sonrió de lado. No sabía que esperaba escuchar de él, pero le dio curiosidad ese gesto. - Ha sido un gusto verte... me tengo que ir. 

- Pero... estamos charlando tan animadamente. - se quejó ella con un mohín gracioso. 

- Tú lo estás haciendo. Me detuviste en la calle para decirme que no soy lo que esperabas ver, preguntarme por  mis padres y luego decirme que mi apariencia cambió... No sé que es lo que esperabas, pero realmente no tengo tiempo para esto ahora mismo. Has sido... realmente una maldita... - la última palabra casi la masticó - Y no pienso ser amable en este momento para hacer esperar más tiempo a mis padres. 

- ¿Christopher...? - el rostro de ella enrojeció de indignación. 

- Yo estaba enamorado de tí en la universidad. Hice de todo por llamar tu atención. Y ahora... te veo y no me produce absolutamente nada. - Christopher sonrió con cierto alivio. Sonrió, le tomó una mano y luego la estrechó. - Gracias. 

Ella tenía nuevamente un gesto incomprensible. Él la miró de arriba a abajo. Había sido una chica muy guapa, pero ahora estaba con algunos kilos de más, los ojos achinados por las mejillas bulbosas, los cabellos ensortijados a medio peinar y desordenados por el viento. Hacía frío. Su nariz estaba enrojecida. La que había sido alguna vez la dueña de sus sueños se habia perdido en el tiempo. Ahora no era más que una mujer común a la que ahora veía sin idealizar. 

Había avanzado. 

- Qué grosero eres... - le dijo ella. 

- Sí, puede que sí... - dijo él - pero ya no me importas como para tener cuidado. 

- Pensé que podríamos volver a ser amigos. - Musitó ella, miró hacia un lado y su parloteo cesaba. 

- ¿Amigos? ¿Después que me ridiculizaste en frente de toda la facultad? Éramos novios, o al menos eso creía hasta que te apareciste con otro tipo... y lo besaste delante de todos. Y luego te reíste de mí... - Christopher se rió con incredulidad, se cruzó de brazos. 

- Éramos unos chiquillos... y yo no pensaba... - dijo ella. 

- bueno... te lo perdono. Pero ahora debo irme. Gracias por la conversación...

Él se giró, dejándola enrojecida y agitada. Quiso decirle algo más pero sentía que el pecho se le desinflaba y las rodillas le temblaban. Tenía que irse ahora mismo. 

Pensó que jamás tendría el valor para decir todo aquello. Pensó que jamás la volvería a ver. Pensó y pensó. Inspiró profundo y caminó dos pasos titubeantes. Luego otros dos... y al final, empezó a correr entre las personas. La euforia llegaba. 

Por fin. 

Por fin se había liberado. 

viernes, 13 de noviembre de 2020

He caminado contigo...

 He caminado contigo por las calles sin darme cuenta que, 
aunque no íbamos de la mano, 
nuestras risas estaban unidas en una sola carcajada. 

Eran dos cintas enredadas 
que volaban al viento en una misma dirección. 

He caminado contigo por las calles
y me fijaba que tu mirada siempre estaba en mí 
y mis anhelos en tu figura. 
Que tus manos me buscaban en cada esquina, 
antes de cruzar, 
que tus dedos me apretaban contra tu cuerpo
para evitar que me tropiece. 

He caminado contigo por las calles, 
casi sin darme cuenta, 
y en cada esquina te he robado un beso
y tú me robaste la vida. 

He caminado contigo por las calles, 
como dos locos, riendo... 
o llorando... 
contándonos historias... 
queriéndonos... 

He caminado contigo por las calles sin darme cuenta que 
la vida pasaba por nosotros 
y nosotros la armábamos 
como un rompecabezas. 
Y que estábamos enfrascados en batallas
contra enemigos imaginarios, 
peleando uno al lado del otro
y venciéndolos. 


jueves, 12 de noviembre de 2020

2015

Hay días en los que pierdo la esperanza...
Todo se escapa entre mis dedos y mi fe se desinfla como un globo a medio soplar. 
El cansancio me vence...
El temor al fracaso me convence que no debo seguir adelante y que es mejor dejar las cosas como están, solamente para evitar que el corazón termine roto de nuevo... para evitar que la frustración me rellene la cabeza de ideas sin sentido y terminen arrastrándome de nuevo a la oscuridad de la que había escapado...
Hay días en los que luchar parece no ser la respuesta a mis preguntas...

miércoles, 11 de noviembre de 2020

Noviembre

Tristeza,
ese mirar por la ventana a la nada, 
al vacío,
soledad, 
de no poder hablar,
de nunca poder hablar.

Sentir que las palabras se ahogan
en el fondo de la garganta,
porque no hay con quién,
nunca hay con quién.

Silencio.
Absoluto silencio.

Noviembre pesa duro este año.

lunes, 9 de noviembre de 2020

CXI

 Las flechas rotas aún vuelan sin destino
siguiendo a la nada que las consume, 
las flechas rotas son nada, 
somos  nada, 
y, en medio de esa nada
se levanta ella,
dulce, limpia, con su sonrisa fresca, 
nos manda un beso volado, 
vuelve a sonreír,
y desaparece... como un suspiro tétrico 
que se levanta en el viento.
 
Ella, la dueña de lirios. 
La fragante flor nocturna
que abre sus pétalos a la luz de la luna,
que observa silenciosa
las flechas que a su lado vuelan sin tocarla,
en medio de la guerra camina sonriente,
camina descalza, 
con los piecesitos manchados 
de la misma sangre que derramaron sus ojos. 
Y las flechas cruzan el campo
y no la tocan... 
jamás la tocan. 

Danzante hechizada, 
luz de luna. 
Tus ojos son ahora luz, 
tus manos son luz. 
Observas con ojos cansados las lágrimas,
acaricias los rostros muertos. 
¡Los traes a la vida!

¡Toda tú eres luz!
tu luz nos ciega a nosotros, 
tristes flechas rotas, 
sin ojos vagamos hasta encontrarte, 
sonriente,
en medio de tu jardín dorado,
bañado en luz de luna. 

Ahora caminas descalza 
con tus fríos piecesitos
empapados de lágrimas,
en medio del campo regado de muerte. 
Tu sonrisa lo ilumina todo,
tu luz ciega a los muertos, 
los revive, hermosa, 
¡nos trae a la vida!

Rayo de luna...
La bruja escarlata te observa
desde su encierro. 
Su cárcel te la ofrece a tí
hasta que se libere y te acompañe,
caminando juntas
en medio de la muerte. 




A Maricel. 

Así empiezo yo...

Nunca se me hizo fácil empezar algo. Mis inicios, así como mis finales, son realmente discutibles... 

Pero, y a pesar de lo que pase en medio, me sacudo las alas, respiro profundo y me pongo al trabajo, sea que empiece bien o mal. 

Lo más importante es dar el primer paso... 

Y solo Dios sabe cuánto tiempo me ha llevado dar este primer paso. Entre mis miedos, mis temblores de manos, la sudoración y, claro, la ansiedad generalizada; la falta de temas a tocar y, obviamente, la inspiración huidiza; ahí, yo, sola en medio de un mar de letras, me escondía debajo de la cama para simplemente ponerme a pensar en que quiero escribir pero no puedo, o no hallo las fuerzas... o no tengo el valor suficiente para vaciar mi mente del griterío que es adentro. 

Entonces... debo ponerme a pensar... 

o a maquinar mis próximas movidas...

¿Importa realmente que haya alguien que lea esto que escribo?

Me gustaría... No... en realidad me ENCANTARÍA que hubiera alguien ahí, leyéndome. Y que sea más de uno, o veinte, al menos. Es una catarsis extraña la de escribir, pero funcionará. 

Contaré historias, escribiré poemas, dibujaré con lápiz y papel, tomaré mil y un temas o me centraré en uno solo. Quizás no haga nada. Quizás lo haga todo. Quizás solo empiece vagando en mis propios pensamientos... 

Pero será corto, lo prometo. 

Y a esto, uniré música... 

Unos temitas que son parte de mi alma, que cuentan parte de mi vida, que significan algo. Y si alguien, ahí en el mar de la vida, se ve reflejado en mis escritos, bienvenido eres, Extraño. Siéntete en casa... 


Sesión XIV - Dormach

  Yo te vi suspirando como si nada pasara, como si sencillamente una sensación de alivio atravesara tu cuerpo de lado a lado, calentando tu ...