viernes, 20 de noviembre de 2020

1 - Liberación

 - Casi estaba deseando verte pero... ahora que nos hemos encontrado, me doy cuenta de que no... No es lo que esperaba. Te recordaba distinto, ¿sabes? Tienes un gesto diferente, tus ojos tienen otro brillo. ¡Hasta tu forma de hablar ha cambiado! ¿Qué te ha pasado en todo este tiempo, ah?

Mientras ella hablaba y hablaba sin parar, él la miraba. Inspiró lentamente intentando que no se notara el suspiro de cansancio por tener que escucharla. Esos parloteos incesantes, esa mirada aguda y prejuiciosa, la voz chillona. Ese gesto de desagrado en la comisura de sus labios. Realmente no la había extrañado en lo absoluto. Aunque en realidad, no extrañaba a nadie nunca. Sacó un cigarrillo mientras ella seguía parloteando y se lo puso en la boca. Lo encendió lentamente. Le dió una calada al cigarrillo y luego sonrió casi por compasión. Iba a matar a esa chica en cuanto terminara de hablar. Luego iba a hacer un ritual de resurrección, la traería de vuelta y luego volvería a romperle el cuello, solo por verla morir de nuevo. 

No... Debía dejar de pensar así, total ¿Acaso no eran esos mismos pensamientos los que lo habían llevado a estar donde estaba ahora?

Suspiró. Se acomodó la gabardina. Se pasó una mano por el cabello. Se desperezó un poco antes de dar un bostezo disimulado. 

- ¿Hace cuántos años que no nos vemos, Christopher? - continuó ella. Le parecía arrogante. Algo envidiosa, tal vez. 

- Deben ser unos cuatro o cinco... - respondió él sin darle mucha importancia. Estaba apurado y tenía que estar en otro lugar en ese momento, pero ella seguía deteniéndolo. Empezaba a oscurecer.

- Pues parece una vida completa... ¿te casaste, tienes hijos ya? - volvió a preguntar ella. Los ojos se le abrieron con curiosidad. 

- No... - respondió él. ¿Por qué de pronto tenía esa curiosidad? 

- Pues se te ve bien... Y no lo digo porque antes tuvieras mala apariencia, solo que estás distinto. 

- Ajá... - dijo él, claramente no tenía ganas de charlar. Ella carraspeó un poco y él se dio cuenta que su desagrado era notorio. Bueno, ¿ella quería charlar, no? Entonces le daría una charla - Solo bajé de peso, me puse en forma, dejé los carbohidratos y empecé a trabajar en una empresa fuera de la ciudad. Estoy de paso, visitando a mis padres y ahora mismo debo ir a buscarlos a un restaurante. 

Bueno, eso había sido todo. Bastante claro estaba siendo diciéndole que tenía algo qué hacer y no tenía tiempo para esta cháchara sin sentido. La gente pasaba por su lado con cierto desagrado porque estaban en la mitad de la vereda, interrumpiendo el paso y ella parecía no querer moverse de allí. Tendría que dejarla. Tenía que irse ya. 

- ¿Cómo están ellos? - preguntó ella una vez más. 

Christopher alzó los ojos y la contempló largamente mientras acababa su cigarrillo, lo lanzaba al suelo y lo aplastaba  con el zapato. Sí, recogería la colilla en un minuto porque sentía cierta culpa de dejar más basura en la calle. Sentía la impaciencia de irse corriendo en este mismo momento antes de responderle. 

- Bien... - dijo él. Sí. Estaban bien. Los dos estaban muy bien. Demasiado bien como para tener que explicarle que a su padre le había dado diabetes y que su madre tenía un perro. Pero eso no se lo diría - Gracias por preguntar. 

Tenía ganas de decirle que hacía mucho tiempo no pensaba en ella ni en la forma como había marcado su vida la última vez que se vieron. Ni en cómo él había hecho terapia gracias al daño emocional que la chica más popular de la universidad le había dejado. Ella era una víbora. Aprovechaba cada segundo para riduculizarle a él y otros más con sus chismes, burlas y desatinados comentarios. Pero claro, esto no había sido suficiente para ella. Él había sido lo suficientemente estúpido para enamorarse de la desgraciada y además, rogarle como el idiota que solía ser, para que le diera una oportunidad. Y ella... hizo lo que mejor sabía. Aprovecharse de él y luego pisotearlo.  

Suspiró una vez más. Sonrió. La sangre le bullía dentro de sí. 

- Alejandra... - le dijo suavemente. Ella se empinó al oír su nombre y sonrió de lado. No sabía que esperaba escuchar de él, pero le dio curiosidad ese gesto. - Ha sido un gusto verte... me tengo que ir. 

- Pero... estamos charlando tan animadamente. - se quejó ella con un mohín gracioso. 

- Tú lo estás haciendo. Me detuviste en la calle para decirme que no soy lo que esperabas ver, preguntarme por  mis padres y luego decirme que mi apariencia cambió... No sé que es lo que esperabas, pero realmente no tengo tiempo para esto ahora mismo. Has sido... realmente una maldita... - la última palabra casi la masticó - Y no pienso ser amable en este momento para hacer esperar más tiempo a mis padres. 

- ¿Christopher...? - el rostro de ella enrojeció de indignación. 

- Yo estaba enamorado de tí en la universidad. Hice de todo por llamar tu atención. Y ahora... te veo y no me produce absolutamente nada. - Christopher sonrió con cierto alivio. Sonrió, le tomó una mano y luego la estrechó. - Gracias. 

Ella tenía nuevamente un gesto incomprensible. Él la miró de arriba a abajo. Había sido una chica muy guapa, pero ahora estaba con algunos kilos de más, los ojos achinados por las mejillas bulbosas, los cabellos ensortijados a medio peinar y desordenados por el viento. Hacía frío. Su nariz estaba enrojecida. La que había sido alguna vez la dueña de sus sueños se habia perdido en el tiempo. Ahora no era más que una mujer común a la que ahora veía sin idealizar. 

Había avanzado. 

- Qué grosero eres... - le dijo ella. 

- Sí, puede que sí... - dijo él - pero ya no me importas como para tener cuidado. 

- Pensé que podríamos volver a ser amigos. - Musitó ella, miró hacia un lado y su parloteo cesaba. 

- ¿Amigos? ¿Después que me ridiculizaste en frente de toda la facultad? Éramos novios, o al menos eso creía hasta que te apareciste con otro tipo... y lo besaste delante de todos. Y luego te reíste de mí... - Christopher se rió con incredulidad, se cruzó de brazos. 

- Éramos unos chiquillos... y yo no pensaba... - dijo ella. 

- bueno... te lo perdono. Pero ahora debo irme. Gracias por la conversación...

Él se giró, dejándola enrojecida y agitada. Quiso decirle algo más pero sentía que el pecho se le desinflaba y las rodillas le temblaban. Tenía que irse ahora mismo. 

Pensó que jamás tendría el valor para decir todo aquello. Pensó que jamás la volvería a ver. Pensó y pensó. Inspiró profundo y caminó dos pasos titubeantes. Luego otros dos... y al final, empezó a correr entre las personas. La euforia llegaba. 

Por fin. 

Por fin se había liberado. 

2 comentarios:

Sesión XIV - Dormach

  Yo te vi suspirando como si nada pasara, como si sencillamente una sensación de alivio atravesara tu cuerpo de lado a lado, calentando tu ...