lunes, 9 de noviembre de 2020

CXI

 Las flechas rotas aún vuelan sin destino
siguiendo a la nada que las consume, 
las flechas rotas son nada, 
somos  nada, 
y, en medio de esa nada
se levanta ella,
dulce, limpia, con su sonrisa fresca, 
nos manda un beso volado, 
vuelve a sonreír,
y desaparece... como un suspiro tétrico 
que se levanta en el viento.
 
Ella, la dueña de lirios. 
La fragante flor nocturna
que abre sus pétalos a la luz de la luna,
que observa silenciosa
las flechas que a su lado vuelan sin tocarla,
en medio de la guerra camina sonriente,
camina descalza, 
con los piecesitos manchados 
de la misma sangre que derramaron sus ojos. 
Y las flechas cruzan el campo
y no la tocan... 
jamás la tocan. 

Danzante hechizada, 
luz de luna. 
Tus ojos son ahora luz, 
tus manos son luz. 
Observas con ojos cansados las lágrimas,
acaricias los rostros muertos. 
¡Los traes a la vida!

¡Toda tú eres luz!
tu luz nos ciega a nosotros, 
tristes flechas rotas, 
sin ojos vagamos hasta encontrarte, 
sonriente,
en medio de tu jardín dorado,
bañado en luz de luna. 

Ahora caminas descalza 
con tus fríos piecesitos
empapados de lágrimas,
en medio del campo regado de muerte. 
Tu sonrisa lo ilumina todo,
tu luz ciega a los muertos, 
los revive, hermosa, 
¡nos trae a la vida!

Rayo de luna...
La bruja escarlata te observa
desde su encierro. 
Su cárcel te la ofrece a tí
hasta que se libere y te acompañe,
caminando juntas
en medio de la muerte. 




A Maricel. 

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