Cuando
abrió los ojos no era nada más que otro día igual que el anterior. El cielo
gris, las voces en la ventana, los ruidos de la ciudad y los gritos de la madre
en el primer piso. Era lo mismo todos los días, era la misma mierda de siempre
todos los días. Era levantarse temprano, bañarse, vestirse, afeitarse y luego
salir de la casa lo más pronto posible antes de que la madre le recordara que
era el inútil de siempre y que podía largarse como siempre a hacer lo que sea
que hiciera siempre, a donde sea que vaya siempre... los inútiles no tienen ese
sentido de vida y la necesidad por ganarse algo que llevarse a la boca. Los
inútiles no sirven más que para darle problemas a las madres que se preocupan
innecesariamente por las vidas de esos inútiles para intentar meterles algo de
sentido común que...
Cortó el
hilo de sus pensamientos en ese momento...
Los
gritos no eran los mismos de todos los días, estaban unidos a una cosa
extraña... una música rara que llenaba de miel, caramelos, nueces y aroma
dulzón a chocolate y leche. Panetón y castañas... Nada más que un día festivo y
no era su cumpleaños.
Se
levantó como pudo y a pesar de que se bañó, vistió y afeitó, no tuvo la
suficiente velocidad para darse cuenta que el día festivo estaba allí y que no
podría escapar ese día de su casa. La madre le miraba con el cucharón en la mano
y esa cara que era una mezcla bizarra de rencor, ira y frustración unida a una
ligera - muy ligera - ternura. Tenía un delantal en el frente de varios colores
en los que predominaban el verde, el rojo y... los tintes blancos que parecían
nevados.
"Navidad..."
se le cruzó la palabra en la mente con cierta desesperanza.
Ya había
sentido acercarse ese día durante todo el mes. Nadie sabía cuánto lo odiaba.
Nadie sabía cuan horrible era ver a las personas a su alrededor y fingir
sorpresa, o al menos un poco de alegría. Hipócritas todos...
Su
hermana estaba al frente, le miraba con cara de "¿qué le pasa a este
idiota?" mientras se maquillaba de mala gana y el padre estaba al frente,
leyendo el periódico. Los perros jugaban en el suelo, la madre medio sonreía.
- y tú,
inútil... te vas a quedar de pie ahí sin moverte un centímetro? - le dijo la
hermana, mirándose a sí misma y admirándose en el espejo. Suspiro en el pecho,
obligar a sus pasos a caminar hasta su silla. Unos buenos días a todos...
- va a
venir tu abuela y tu tía... - dijo el padre con otro suspiro de resignación. Le
sorprendía ver a ese hombre sentado allí, fingiendo tranquilidad cuando sabía
que los gritos lo molestaban tanto como a él - así que te vistes adecuadamente.
- Yo me
visto adecuadamente... - respondió sin hacer mucho alarde. Pero las greñas no
estaban bien ordenadas sobre su cabeza y.… no se había lavado los dientes por
bajar rápidamente al desayuno. Miró su plato... loza navideña. Miró el pan... y
no había uno. La madre le alcanzó una taza con chocolate caliente y malvaviscos
que sopló con suavidad. Le palmeó la cabeza y sonrió ligeramente.
Esa
extraña calma le invadió por unos segundos llenando su pecho de una energía
rara... tibia y que le daban ganas de llorar. Todo eso le trajo a la memoria
las cenas navideñas de su infancia. Los regalos, los abrazos, los fuegos
artificiales con sus primos que ahora le veían con desprecio por ser una rata.
Las muñecas de su hermana, la sonrisa de su madre. El orgullo de su padre.
Sintió que los ojos se le aguaban. Sintió la garganta cerrándosele... sintió...
a su
perro mordiéndole los tobillos mientras le tiraba del pantalón.
Carraspeó
levemente...
- ¿hoy
vas a trabajar? - le dijo la madre. Él negó con la cabeza mientras bebía de su
taza de chocolate - que bien... entonces estarás en casa...
Le
hubiera gustado decir que se largaba del desprecio que sentían por él todos los
días, le hubiera gustado decir que quería desaparecer... irse lo más lejos que
sus pies le podrían llevar. Le hubiera gustado desaparecer antes de contestar a
la pregunta de su madre. Pero le mantenía ahí sentado en su silla la fuerza de
los recuerdos. Ahora veía bien a esas personas a su alrededor, sentados y
fingiendo que les importaba un poco lo que su madre quería transmitirles, y
sabía que ese esfuerzo que su hermana y su padre hacían era por complacer a la
doña, quien a pesar de sus gritos y frases hirientes, a pesar de su mal
caracter y la mala sazón, les amaba como a nadie.
Bajó la
vista... suspiró. Pensó unos segundos, como siempre hacía cuando estaba
tratando de decidir algo muy importante en la vida, y luego miró a la mujer que
estaba allí, esperando con el cucharón en la mano a la respuesta.
-
claro... ¿por qué no? - dijo con suavidad, sonriendo de lado - Navidad es para
la familia... ¿no?
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